Cazasueños... ¿Cazapesadillas?

Hoy vengo a contaros que creo que sí que soy supersticiosa, y mira que siempre me he quejado de "esas tonterías", y no me molesta ver gatos negros (al contrario), ni pasar por debajo de escaleras (lo cual tiene un puntito de riesgo, quizá por la perversión de crear una superstición en torno a ello, que me invita más a hacerlo), o romper un espejo, o mirarme en uno roto... Lo cierto es que siempre había visto algo bonito en ello, ese toque vintage que tiene un espejo roto y no tiene uno nuevo.

Este pequeño está junto a mi cama... ¿Velando sueños?
Entonces, si no soy supersticiosa, no debería creer en los Cazasueños o Cazadores de Sueños, ¿¿no?? Estaban de moda en mi adolescencia y tengo dos. Incluso me tragué aquella película tan infumable a la que dieron nombre, escrita por Stephen King... Mucho genio literato y menudo churro descalabra'o. Vomitiva. Y el caso es que siempre creí que un milagroso misterio rodeaba a los Cazasueños, como si los envolviese un aura de buenismo y de paz.

Se supone (sólo se supone -y joder, sí, sólo con tilde que la nueva Ortografía española no son más que unas cuantas directrices... ¿O le vais a enseñar a los abuelos ahora que hay que cambiar las normas?-)... Se supone que los cazasueños protegen tus sueños, dejan pasar los sueños buenos y te ahorran las pesadillas...

Los Ojibwa creían que un atrapasueños filtraba los sueños de las personas: los "buenos sueños" pasan por el centro hacia la persona que duerme. Los malos sueños son capturados en la malla y se desvanecen con el primer rayo de luz del amanecer.

Pues creo que se me han estropeados los dos... El caso es que la mañana del viernes estuve en Almendralejo con mi hermana y visitamos a nuestra tía Fátima. Nos fijamos (y lo comentamos) en un cazasueños blanco precioso que tiene sobre la cama, pero ella nos dijo que desde que lo tiene le están pasando cosas. Y no nos hizo falta que dijera más, ni me voy a poner aquí a contar, pero os aseguro que son COSAS. Claro que yo pienso que es simple casualidad. O eso pensaba, mejor dicho... El sábado salí de fiesta, me lo pasé bien, no tuve nada raro durante el día, es más estuve genial fuera de lo obvio. Compritas, abrigo nuevo,... Nada de lo que quejarse. Pero por la noche tuve una de las peores pesadillas que recuerdo, y eso que sólo dormí seis horas. Y al despertarme me pregunté "¡¿Y dónde estaban los cazasueños?!"

Estaba llorando. Llorando a mares sola, muy sola. Abandonada, sola, sin saber qué hacer, a dónde recurrir. Sin móviles para hablar con gente amiga, porque en los sueños no hay móviles ni internet. Al menos yo no sueño con eso. ¡Y me encerraban! En algún momento de aquel llanto me sentí caer sobre una cama, aunque debería decir un catre. Acurrucada lloraba mirando a la pared, gritaba desesperada, y me repetía una y otra vez que no entendía nada de lo que me estaba ocurriendo. 

Mi primer cazasueños. No está exactamente sobre el cabecero de la cama, pero preside la habitación. Con eso ¿vale?
La cama estaba en una habitación pequeñísima, contra una pared que medía lo mismo de larga que ocupaba el pequeño catre, con una puerta enrejada a su lado y vacía. Y me sentía tremendamente observaba, y escuchaba comentarios a mis espaldas. Girando la cabeza sobre el hombro, podía observar a un montón de gente mirándome desde la pared contraria, que no existía, y en su lugar había una reja digna de una cárcel. Algunos miraban de pasada, otros ni se acercaban, otros miraban curiosos encaramados a los barrotes, unos reían, otros ponían cara de circunstancia, y unos pocos, muy pocos, me miraban angustiados. 

El sufrimiento de una persona convertido en un circo, expuesto ante la morbosa mirada de los hombres que pisan hoy la Tierra.

No diré la razón por la que lloraba, aunque la sé. La supe en cuanto comenzó ese llanto soñado. Y aún sabiéndola me desconcertaba. Era algo que me habían arrebatado, que se habían llevado, que había perdido sin saber el porqué. Pero a la vez es algo que no tengo, así que igual me desconcierta pensar en cómo llegué a ese punto, porque recuerdo el sueño, y se extiende hacia atrás desde ese momento. Fue larguísimo, me levanté agotada.

Me desperté rescatada, y no por un cazasueños. No sé cómo, pero me vi acercarme a los barrotes mientras la gente se dispersaba, y Naza (mi famosa amiga Naza), se acercaba a mí preocupada y cabreada, me decía "¿Pero qué haces así?" o.. "¿pero qué haces aquí?", me cogía del brazo y me llevaba de allí. Es lo último que recuerdo.

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