Drogadicta de la cama, noctámbula sin remedio
Lástima. De esas flores de ahí abajo sólo quedan dos vivas, y os prometo que las he cuidado. Igual que cuido mi cactus, que ya no me quiere dar más flores. Pero acaba de nacer hoy justo una nueva margarita amarilla, nueva, limpia y preciosa, grande, y creo que mañana y pasado, cuando vaya abriéndose más, será más grande y más hermosa. Vuelvo una vez más, como una hija pródiga, con el rabo entre las piernas y los ojos de cordero, agachando la cabeza ante la mirada acusadora de quien sabe que se ha faltado a la palabra, a la promesa, a la promesa a uno mismo, que igualmente duele. Ya lo sé, debería estar acostada ya a estas horas, mañana trabajo, luego me cuesta levantarme, voy más lenta y tardo en reaccionar. Pero ya me conoces, soy una vagabunda del sueño, una drogadicta de la cama, una noctámbula sin remedio. Puedo tener todo el sueño del mundo, dormirme en el coche, a tu lado en el sofá mientras me hablas, en la terraza del bar mientras reís y yo intento pescar algo de lo que decí