Entradas

Mostrando entradas de abril, 2012

Día 100: CANALLEANDO!!

Imagen
"si lo que quieres es vivir cien años vacúnate contra el azar. Deja pasar la tentación, dile a esa chica que no llame más, y si protesta el corazón en la farmacia puedes preguntar: ¿tienen pastillas para no soñar?" Quizá mi memoria se esté viendo afectada por los trastornos de mi reloj interno, que no biológico. Ya no es que no sepa en qué día vivo, qué hora es,... Es que el tiempo (como era de esperar, por otra parte, vista mi aversión a los relojes) se me escapa de las manos. ¡Pasa muy rápido! Todo se apresura y casi apenas sin haber terminado de decir "me voy a Madrid un finde"... ya estoy de vuelta!  Zita y la Eu frente al Teatro Rialto De vuelta de otro fin de semana intensísimo por Madrid, con mis amigos de la uni, pero no con toda mi gente de la capital (¿qué se le va a hacer?). Otro finde más en casa de nuestra pelirroja, Zita. Las dos nos fuimos a los pocos minutos de aterrizar yo (en bus) en Madrid camino del Teatro Rialt

Día 89: ¿Para qué...?

Han pasado y pasan muchas cosas que a diario, tal vez, te hagan plantearte muchas preguntas. ¿Qué? ¿Quién? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo? Todas son fáciles de responder, incluso la gran pregunta: ¿Por qué? Normalmente, a veces con algún esfuerzo, has llegado a las razones de ese comportamiento, de esa situación, de cierta actuación. Es "fácil". A mí siempre se me resistió el ¿para qué? Si quieres hacerme una pregunta difícil, hazme buscar la funcionalidad de algo con un para qué. Como hoy, aquí estoy. Domingo, viendo la repetición de la carrera de Shanghai (que me la he perdido, si no de qué), cargando las baterías del móvil y la tablet, así que aprovecho para saludar a mi pc, que lo tengo un poquito abandonado, y escuchando alguna canción mientras busco una cámara nueva que se ajuste a mis necesidades. Y no me decido, porque no sé despejar el para qué. Resulta que hasta ahora sólo he tenido compactas, pero que me gusta la fotografía, he hecho cursos de reflex y me gust

No sé qué día es

Imagen
Enterré mi cara en tu jersey a la altura de tu pecho para esconderme de las sombras y el caos nada más llegaron, atormentando mi noche, nuestras risas, mientras las lágrimas ya no sólo empañaban mis ojos, sino bañaban mis mejillas. Me abracé a ti con fuerza, mientras tú me rodeabas con tus brazos, y sentí que pisaba tierra firme por primera vez en mucho tiempo. Pero aún así, no llegaría la calma... El agarrarte de la mano más tarde, más tranquila, fue un acto instintivo, de pura supervivencia. Tenía dos intenciones completamente inocentes. Primero tranquilizarte a ti. Empezabas a ponerte nervioso y temía que perdieras los estribos. Segundo, mucho más importante, aferrarme a la realidad, agarrarme a algo vivo que confirmara mi consciencia. Y entonces nuestros dedos se empezaron a enredar. Sólo un simple gesto agradable, bello. Dos manos buscándose y encontrándose en la oscuridad de la parte trasera de un taxi. Las yemas de los dedos de uno turnándose con las del otro para recor