Han vuelto las duchas calientes con su vapor de agua
Quien diga que no utiliza la ducha como lugar de reflexión, una de dos: o miente... o no sabe lo que se pierde. ¡Hala! Ya he confesado, lo hago, pienso en la ducha. Creo que es el mejor lugar donde debatir contigo mismo y tomar decisiones, donde ver las cosas con otra perspectiva, la mente más fría pese a la tibieza del agua. Desde lo más tonto a lo más complicado. Incluso ayuda a disimular lágrimas y llantos necesarios que no quieren testigos. Mi ducha de ayer pudo haber sido reveladora, pero, en cambio, versó sobre lo más evidente y simple en esos momentos, casi tonto. La ducha. La ducha en sí. Cada uno tiene sus preferencias. Personalmente, no soporto ducharme con agua fría en verano. Prefiero comenzar con agua templada y en el último enjuague pasarla al frío, pero sin pasarse, que ya me ha costado más de un gripazo. Ayer, sin embargo, decidí apostar fuerte. Hace frío. Abrí el grifo y el agua empezó a caer en cascada del teléfono de la ducha colgado en lo alto. Ya caliente. ¡MILAGRO