A veces aún te busco con la mirada y casi pregunto por ti
Hace un año ahora mismo (ahora que os escribo, no cuando leáis esto) era domingo, volvía a casa después de tomar algo con unos amigos que habían quedado para ver el fútbol, y de camino decidí parar en el hospital a ver a mi abuela Nila, pero sólo alcancé a verla dormir, dos, tres minutos, a darle las buenas noches y un beso aunque ella no supiera que yo estaba allí. Mi intención era pillarla despierta, porque un día antes, el sábado, también había ido a verla, pero estuvo dormida todo el rato. Decían que había mejorado ese jueves cuando fueron a verla sus hermanas, y que había estado hablando tan bien con ellas, consumación de una reconciliación que nunca debió hacer falta. Y justo ese sábado otra reconciliación tácita, sus cuatro nietos mayores rodeando su cama, visitándola, al mismo tiempo juntos en una habitación por primera vez en la historia, y ella se lo perdió por estar dormida. Eso que tanto ansiaba. En esos dos, tres minutos escasos del domingo en que la vi, al apoyarme en