"Sólo es imposible si lo piensas"

Tengo nueva película favorita. Bueno, una más. Y, como no podía ser de otra forma, dirigida por Tim Burton, el señor despeinado que lleva toda mi vida guiándome de la mano por los mundos más estrambóticos posibles que han salido de su imaginación.

Entre los vagos, pero abundantes, recuerdos de mi niñez (que sigue teniendo su continuidad aún hoy), destacan con especial viveza las escenas de Eduardo Manostijeras, Batman, Batman Vuelve, Bitelchus e, incluso, Mars Attack (con la que patinó bastante, todo sea dicho). Después fueron la genialísima y maravillosa Sleepy Hollow (seguida de otro “patinete” con su versión de El planeta de los Simios), la emotiva fantasía de Big Fish y su doblete de 2005, constituido por Charlie y la fábrica de chocolate y La novia cadáver, después de las cuales se atrevió con un musical que en realidad era al mismo tiempo un thriller y un oscuro drama, Sweeney Todd: el barbero diabólico de la calle Fleet (esa vía que, hasta mediados del siglo pasado, perteneció esencialmente a la prensa londinense).


Si con Charlie y la fábrica de chocolate fui al cine con cierta nostalgia, y me dejé embargar por un encanto especial al tratarse de uno de mis libros favoritos de cuando era pequeña, en el caso de Alicia en el país de las maravillas compré las entradas días antes del estreno con cierto… miedo.

Confieso que nunca he leído el libro de Lewis Carroll, pero si me ha faltado la intención ha sido por culpa de Disney y su adaptación. Alicia nunca estuvo entre mis personajes favoritos de sus películas. De hecho, nunca me caló muy hondo esa cinta, cuya función fue más la de acumular polvo en la estantería. La niña rubia de vestido azul y mandil blanco, me parecía tonta, quejica y molesta, incapaz de disfrutar un poco de sus locos y extrañísimos compañeros de “viaje”, por llamar de alguna manera su corta estancia en dicho mundo (cuya profusión de setas me hacía aventurar que su creador había consumido alguna que otra sustancia alucinógena). Además, jamás entendí por qué narices llevaba puesto un mandil, cual si fuera la camarera del sombrerero loco a la hora del té.


Pero la de Tim Burton es una Alicia más loca, más reflexiva, más divertida, más creíble, más valiente y más de todo en definitiva. La elección de Mia Wasikowska (desconocida hasta esta película para mí) como Alicia no se puede calificar con algo menor a un genial, y la participación de mi idolatrado Johnny Depp como el Sombrerero Loco simplemente es incalificable, es “legen-… wait for it… -dary!”, como todo lo que hace.

La versión no sólo no me ha decepcionado, sino que me está haciendo plantearme lo de leerme el libro. Es más, si no estuviera atascada en África por culpa de Kapuscinski y su Ébano desde hace ya casi tres meses (que la profesión periodística y todos sus teóricos y grandes dirán lo que quieran, pero la verdad es que es eterno y bastante infumable), es posible que lo tuviera entre las manos en este preciso instante (no hay horarios ideales para la lectura, la lectura es ideal a cualquier hora).

De mi favorita de Burton, Edward Scissorhands, me ha acompañado siempre eso de “A veces aún bailo bajo la nieve…”. Y, aunque el tío Tim no ha escrito el guión de Alice in Wonderland, hay dos frases maravillosas, aparte de “has perdido tu muchitud”, que repiten y repiten durante toda la película y que se unen a mis frases, dichos y refranes favoritos:

- Sólo es imposible si lo piensas…
- Estás loco, tarumba… Pero, ¿te digo un secreto? Las mejores personas lo están.

¿Por qué? Porque ambas son ciertas. Las mejores personas están completamente como cabras y cometen verdaderas locuras por aquello que quieren, por perseguir sus sueños. De eso se trata, ¿no? Y lo único que hace imposible lo que vemos imposible es que realmente creemos que es imposible; con lo que, consecuentemente, nos auto compadecemos y lo convertimos en una utopía (que no una quimera) y no hacemos lo que verdaderamente tenemos que hacer: actuar.

Ahí os dejo eso para reflexionar un poquito y sonreír un mucho.



Por cierto, el jaque de ayer fue sublime, como diría mi hombre favorito Barney Stinson =). ¡Uno menos!

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