Tomar distancia, meditar y respirar
Aquí estoy. De vuelta. Madre prófuga de este vago recuerdo que un día quiso ser blog. Como un pajarito que se recupera poco a poco y empieza a aletear de nuevo después de tres meses de heridas y dolor, de reposo silencioso. Casi tres meses y medio de vacío de ideas, o de falta de inspiración, de pérdida de musa o muso, de echar de menos al genio. Casi tres meses y medio de pararse a pensar inexpresiva en todos los temas que has querido abordar aquí, y casi tres meses y medio de pensar inmediatamente en todo lo íntimo que no quieres compartir aquí, que no debes, porque sería desnudarte por completo y no dejar nada a la imaginación, nada al misterio.
Hace dos semanas decidí que había llegado la hora de retomarlo, sabía como decir de nuevo 'hola', pero no sabía que responder al '¿qué tal?'. No sabía justificar mi falta de palabra, de constancia, pero luego he pensado que esta pequeña vitácora es de las pocas cosas que puedo llamar "mías" en este momento, y que por lo tanto soy yo quien marca los ritmos, su tiempo, su crecimiento.
A grandes rasgos, puedo decir que he estado ausente porque necesitaba desahogarme, sí, pero de temas mucho más serios y privados, porque mi cactus ha muerto y las margaritas ya no brotan, enfermaron, y sólo ha vuelto a nacer una, y diminuta, ya no quieren crecer. Que las elecciones autonómicas y municipales nos tuvieron en pie de guerra a todos los periodistas del país con la suerte de tener trabajo o una beca, como yo. Que necesitaba tiempo para mí en el sentido más interno, y para quemar el sueldo de junio a base de desgastar la banda magnética de mi tarjeta de crédito en tiendas como Zara, Springfield, Stradivarius o MariPaz y Misako, entre otras. Que me he enganchado a una nueva serie, que no voy al día en las que veía siempre, que he estado leyendo más, que he creado una ciudad en facebook, he ido al gimnasio y he hecho planes que no han llegado a empezar y ya han terminado. Que han vuelto mis adoradas noches de pases gráficos y estrenos en el Festival de Mérida, en el Teatro Romano, que me produce una sensación de placentero éxtasis cada vez que lo contemplo, sobre todo de noche.
Lo mejor que he hecho estos meses, aparte de trabajar y aprender todo lo que he podido, disfrutar todo lo que ha sido posible, es tomar distancia. Y os lo recomiendo a todos. Tomar distancia, alejarse de las costumbres, de las rutinas, y de sobre todo de tantísima gente que forma parte de nuestro día a día ayuda a ver claras las cosas. En mi caso, me ha dado paz. Digamos que me ha ayudado a resetear y formatear, hacer back up desde mi copia de seguridad.
¿Nunca os habéis sentido saturados por la gran cantidad de gente que poblaba vuestras vidas? ¿Nunca os habéis sentido abrumados por la gran cantidad de gente a la que denominamos 'amigos', en la mayoría de casos sin buenos fundamentos? ¿Nunca habéis sentido que vuestros deseos resultan desoídos en vuestras propias vidas, mientras alguno de esos 'amigos', quizá sin intención, parece manejar los hilos de vuestra propia existencia?
Yo necesitaba desvincularme, descargar, alejarme y observarlo todo desde lejos. Recordarme a mí misma que el cupo de personas importantes en mi vida ya está más que copado desde hace tiempo, que no puedo dar más de mí a los demás, no al menos más allá de esas personas que he querido, quiero y querré en mi vida, y siempre que no descuide a estos. Recordarme que quienes yo elegí como amigos y me eligieron de vuelta como tal, poco a poco, lo son por innumerables razones que fueron ganando peso hasta que "amigo", "amiga", "amigos", fueron palabras redondas, negritas y mayúsculas (en fuente Arial, que ocupan más y se ven más claras). Y que entre esas razones, estaban las maravillosas virtudes de no echarnos en cara aquello que cada uno, en nuestro foro interno, decidimos hacer por los otros, y de no pedir explicaciones a cada momento por presunta falta de atención, planes con terceros o demás historias.
Sí, es cierto. Las relaciones cambian, surgen nuevas, se resienten, se rompen, envejecen o se refuerzan. Yo he estado saturada y no me he sentido libre para expresarme, aún a veces no lo soy, y no lo seré en mucho tiempo. Mucho menos mientras sienta que haya personas que me intentan forzar para hacer planes con ellas, como coaccionándome, pretendiendo que me sienta mal por quedar con ciertas amigas y no con ellos. Sin entender que yo tenía una vida previa, con sus rutinas, sus pautas y sus personajes, un elenco completo.
Necesito espacio, para mí, necesito mi espacio, para compartir con las personas que yo elija, con las que echo de menos, que me hacen un bien infinito con un simple "hola nubecilla", "qué tal estás mi eu", "te quie", "te echamos de menos" o un "muchos besos de todos", todos a los que echo de menos. Necesito no sentirme presionada por nadie, que no me impongan plan alguno, como si fuera un objeto pripiedad de nadie, que no se me mire como diciendo "te toca conmigo", no puedo repartirme en más pedazos sin romperme, y no pienso romperme más. Estoy harta de personas posesivas e incluso de las pesadas como vacas en brazos, babosos incluidos, que no comprenden que a veces tengo ganas de estar con otras personas.
Si no te respetan eso... ¿son amigos? Y cabe preguntárselo sobre todo, después de comprobar que esos que siempre han estado, cuando ha habido espacio y tiempo de por medio, no se han comportado de esa manera enfermiza contigo...
siempre me encanta cómo te expresas eu!! yo también he sentido últimamente esa sensación, la has plasmado genial! Tengo blog nuevo http://midivinamente.blogspot.com/ 1 besazo y espero que todo vaya bien!
ResponderEliminarAnita =)