El 'Tren'. Volume I
("¿Y ahora que hago yo hasta las 12?", me preguntaba hace algo más de madia horita...)
Llevo todo el día en casa, en pijama, sesteando, descansando de anoche y de las emociones fuertes de esta semana, de ese cosquilleo u hormigueo que se ha instalado en mi estómago y que me tiene en vilo durante horas y horas, suspendida en una nube que hasta ahora es rosa para mí, y sólo unos pocos más, e invisible para otros. Y tengo frío, porque el aire acondicionado lleva ya mucho rato encendido, pero es que no soy la única en casa.
Ahí fuera, en el balcón, se está muchísimo mejor, por eso me dejo ir hacia la barandilla, reflexiono y medito. Tengo tanto que meditar.
Veo al otro lado del río la Alcazaba, vestida con su nueva iluminación para el Festival de Mérida, y casi distingo hasta las mesas de la terraza y los puffs... Casi no, algo se intuye. Me parece que estoy en un sueño. Como si me hubiera dejado las luces encendidas anoche al salir de alli, ensimismada en mi nuevo estado de sonrisa perenne, como si esto no fuera real.
Y miro más allá, a mi horizonte emeritense, la línea que dibujan los edificios contra el cielo, que durante el último año he podido rasgar con las yemas de mis dedos. Y mientras lo contemplo todo pienso en sus calles de adoquines, en sus casas bajas, número 7 de la calle Sagasta, número 1 de Mariano José de Larra y esa preciosidad que he visto construir en José Ramón Mélida para que ahora cuelguen de ella dos carteles de 'se vende', cuando aún no está terminado el garaje. Las casas que me han tentado y seducido en el último año con su encanto, reformadas, en ruinas o nuevas. Los paseos por sus inmediaciones que me han enamorado, todo lo que siento cuando estoy allí, en el centro.
Felicidad, disfrute, maravilla, encanto, magia e incluso amor, cuando lo paseo en planos o tacones con las personas con las que me siento a gusto, a las que quiero y que me han acompañado en comidas, tapas, tés, paseos, vueltas a por el coche, charlas nocturnas, noches de trabajo,... Y también rabia y enfado, cuando no puedo ocultar un sonrojo, cuando me encuentro con alguien que me saluda encantado después de voltearme la cara tres días antes, cuando no encuentro aparcamiento a dos minutos de entrar a trabajar, cuando el suelo está encharcado o arde y me quema los pies.
Bailaría descalza ahora mismo sobre esos adoquines o sobre el asfalto, con lluvia o sol y con una sonrisa bien luminosa, y os abrazaría y besaría a todos. Sabéis que yo no soy el festival del cariño, pero cuando sale, sale, y con quien sale, claro. Y bailaríamos todos descalzos bajo la lluvia, porque aquí no hay nieve. Sin música, porque nosotros somos la música ahora, nuestras risas. Bueno, por ahora la mía y creo que la de esos pocos que comparten un pedacito de mi nube, pero también bailaréis vosotros, los que estáis ahí conmigo siempre. Aquí, en Madrid o en Pekín. Bailemos todos.
Las desgracias nunca vienen solas, pero las buenas noticias tampoco. O no tienes nada, o lo tienes todo (o casi todo =P). Es simple y, a veces, cruel. Pero, tienes razón mi Anita, "la vida puede ser maravillosa". Tengo unos amigos muy sabios, os los recomendaría, pero aquí soy muy egoista, lo siento, son míos, mis regalos.
¿¿¿Os he dicho ya que me he enamorado de Bruno Mars??? Ahora, escuchando su disco... descubro que esta canción, que conocía por 'Glee', es suya!!!
Y aquí, concluye El 'Tren'. Volume I.
"A veces aún bailo bajo la nieve"... Al parecer sí, soy capaz de volver a hacerlo.
('Eduard Scissorhands', Tim Burton)
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