El 'Tren'. Volume II
A veces, hay que tomar decisiones. Decisiones pequeñas, grandes, fuertes, arriesgadas e incluso insignificantes. A veces, éstas últimas tienen todo el sentido del mundo. Pueden cambiarlo todo, o dejarlo todo como está. Pero he aprendido que una decisión no se toma sola, no la tomas sola. Hay factores que influyen en el camino que tomas, y cuando encuentras una bifurcación, aparece a tu paso un sin fin de intersecciones seguidas. Una tras otra, ese es nuestro sino. La cuestión es... saber elegir el camino, no precipitarse, tomarse el tiempo necesario y pisar bien.
Yo he tenido varios caminos a mi alcance de un tiempo para acá, no diré cuanto (no preguntes, estoy cansada de contestar). Algunos caminos eran simples bocacalles, callejones sin salidas, y también sin vuelta. Ha habido pequeños caminos, y ahora me he encontrado con una autovía que me promete velocidad, así que... sí, he pisado el acelerador.
Es posible, sí, no lo voy a negar, y no diré que me guste la idea, no nos vamos a ver tanto, os voy a echar de menos, pero.. cada uno sigue su propio camino, lo que podemos intentar es que sean paralelos en la medida de lo posible, hay que aceptar el cambio de las relaciones, aunque a veces... cueste. Otras veces cuesta ver cómo no han cambiado (y duele, y te puedes llegar a culpar).
Pero esa no es la cuestión. La cuestión es que un tren, uno de alta velocidad, ha parado por fin en mi andén de la estación, y esta vez no estaba leyendo ningún libro, ni charlando distraída. Esta vez, para empezar, por fin ha parado. Y yo estaba tan ávida de viajar, tan pendiente y espectante por un tren cualquiera, que no he dudado ni un momento en subir a él cuando el revisor ha abierto una enorme puerta y ha anunciado un único asiento vacío en el interior. Es ahora, cuando el Tren está a punto de ponerse en marcha y partir conmigo dentro, que me doy cuenta de su lujo, de lo que debo a mis compañeros de viaje, ya conocidos, en ese tren que tantas veces visité antes y cuyo fuselaje tanto he admirado, así como de la responsabilidad de ocupar ese cómodo asiento en clase turista.
Hoy acabo una etapa de mi vida, y empiezo otra, una que llevo esperando ya dos años, desde que llegué a la estación. Y ha llovido, os lo aseguro. Ha llovido, ha granizado, nevado,... ha hecho un calor del infierno. Y yo no paraba de ver estacionar trenes en otros andenes. Sí, yo he dado una gran vuelta en un regional, pero he vuelto al mismo banco de mi andén, con más equipaje, con souvenirs y nuevas experiencias y personas en mi vida, pero era un tour de vuelta, ya lo sabía, para esperar a un tren.
Ese tour empezó con muchos paseos matutinos por el Puente Romano de Mérida, algunos bajo un sol abrasador, y puede que haya acabado esta noche con otro de esos paseos, pero nocturno.Y no puedo evitar acordarme de mi abuela Nila, de lo contenta que se hubiera puesto y de la sonrisa con la que me hubiera despedido en mi andén. Ni tampoco de aquella frase que casi pensé que de tanto repetirla, Myriam, nos iba a perder el sentido "éste va a ser nuestro año". Ya sólo falta que tú me hables de trenes.
Os juro, estoy tan feliz... =). Muy, muy feliz. Tanto que (casi) nada puede borrar la sonrisa de mi cara.
Así que, continúo con las canciones del buenrollismo que nos trae mi amigo Bruno Mars.
"A veces aún bailo bajo la nieve" ('Edward Scissorhands', Tim Burton)
(Sí, eso estaba haciendo ahora, así que déjame bailar, ahora no me repitas esa verdad que me duele, porque no, no lo tengo todo, es difícil aspirar a eso, pero, por favor, déjame disfrutar esto que ya tendré tiempo de pensar, de decidir hablar contigo, confesar... qué es lo que quiero en realidad, que igual yo no lo tengo, pero también me cuesta decirte... que sé que tú tampoco lo tendrás.)
Comentarios
Publicar un comentario