Las películas mejor en el cine: ¿Por qué no leo comics?

Si no fuera por los libros, algunas series y los grandes inventos del DVD, el Dolby Surround y el 5.1, creo que me tiraría los días metida en una sala de cine, con un cubo industrial de palomitas y un vaso XXL de té frío, viendo películas, una tras otra, cada tarde... o incluso mañana. Y, claro, si además me pagaran por ello, me haría rica gustosamente.

Creo que sólo en una ocasión alguien me dijo que no le gustaba ir al cine, y estoy segura de ello, aunque no recuerde quien fue (seguramente, borraría ese momento de mi vida por lo absurdo y ofensivo que me debió resultar). Y, luego, está la ya más que asentada corriente de "¿para qué voy a gastarme seis euros en el cine, si puedo bajarla y verla en casa?" Pues porque no es lo mismo, zoquete!!

¡¡No es lo mismo!! La gozada de sentarte en tu butaca a tu gusto (hombre, no te puedes tumbar, pero es que eso es anticine), habiendo pedido en taquilla previamente el asiento 7 u 8 de la fila 7, por supuesto; ver los trailers con ese ensimismamiento que en realidad es como si hubieramos abierto la agenda de nuestro cerebro para programar, de ésos títulos, cuáles nos interesan y cuándo se estrenan, y por fin, la satisfacción de que apaguen completamente las luces, sumirte en esa oscuridad invadida por el sonido, la música y las voces de la cinta, y adentrarte en la historia a través de la gran pantalla (y digo historia en minúsculas, para que no se confunda con los almanaques geopolíticos de los últimos siglos y milenios).

Con la práctica, se le va cogiendo el gustillo y las manías. Tu postura favorita, la lucha por el posabrazos con tu vecino y tus tácticas para mantenerte en su poder, tus preferencias en cuanto a sesiones, el estudio pormenorizado del espectador medio según el día, y sí, tus géneros, directores y actores favoritos.

Personalmente, peco de (bastante) mitómana, pero puedo afirmar que no es la razón que me llevó a ver el jueves Iron Man.

No soy adepta a los cómics (no porque no me gusten), ni tampoco admiradora de los superhéroes con superpoderes. A mí los que me van son los que se valen de la tecnología, sobre los que se erige por encima de los demás mi querido amigo Batman. Así que no era de extrañar que cuando viera la primera adaptación al cine de El hombre de acero con Robert Downey Jr (que no se cuenta entre mis intérpretes favoritos), me enganchara a las aventuras de tan excéntrico y colgado sujeto (también soy amante de los excéntricos).

Por eso, como no podía ser de otra forma, he visto Iron Man II. Y, frente a las críticas que la acusan de floja, y su posible pinchazo en taquilla después del boom del estreno (que ya algunos anuncian), considero que tampoco decepciona tanto como yo esperaba.

¿Y qué era lo que yo esperaba? Pues que la inclusión de Scarlett Johansson (ese mito erótico, que no merece tanto una consideración similar en el cine y, desde mi punto de vista, tampoco eróticamente hablando) supusiera algo así como una "chica-Bond" para Tony Stark y acabara con la atracción mutua que venía existiendo en la primera entre éste y Pepper (Gwineth Paltrow).

Afortunadamente, nada es lo que parece en el inicio de esta película, en la que Mickey Rourke demuestra todo el atractivo físico que ha perdido (especialmente agravado este hecho por un horrible acento ruso que recuerda a Tarzán), y Scarlett Johansson que, aunque aparece como una de las protagonistas, pasa casi inadvertida durante las algo más de dos horas que dura la cinta. Por otra parte, es cierto que de algún modo ese es el cometido de su personaje, pero teniendo tanto renombre la niña, esperaba mucho más de ella, que, una vez más, me demuestra lo que yo ya sabía: que no es tan gran actriz, ni tan guapa como Paltrow, que sí que se luce, y cuyo personaje cobra más fuerza en esta ocasión.

Robert Downey Jr. es la gran estrella de Iron Man 2 y lo deja bien claro con una interpretación brillante del magnate y excéntrico Tony Stark. Un redescubrimiento sorpresa por mi parte, que lo tenía como más o menos "actor de segunda" desde su participación en la serie Ally McBeal. Él con el ácido y agudo humor de Stark, junto a un despliegue de efectos especiales guapísimos y un montón de hostias rompehuesos, componen un conjunto más que atractivo.

Creo que voy a empezar a leer cómics.


¿Cuán será la próxima? Pues no lo sé, pero ya me he perdido Recuérdame y Querido, John, y espero que no me pase lo mismo con Que se mueran los feos, que promete.


PD: El vestidor de Carrie va viento en popa a toda vela! El jaque de hoy ha sido una clara y sublime victoria para mí ;).

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