7 de mayo: reloaded

Llamadlo pereza, astenia primaveral u hormonas alteradas. Tanto da. La nueva estación nos ha afectado a mí y a mi pequeño Compaq (de seis años y medio ya). ¡¡Ya sé, ya séee!! "El burro delante pa' que no se espante". Pero hay una razón para todo orden, así que directamete... sigo.

En mi caso, estoy casi completamente segura (y a partir de hoy sólo quedan unas dos semanas para saberlo definitivamente) de que se trata de algún trastorno hormonal. En su caso, el de mi ordenador, ya no lo tengo tan claro. La semana pasada me soplaron 30 euracos (después de que lo formateara previamente mi padre, ese gran informático) en una tienda de ordenadores por (supuestamente) solucionar el problema de arranque por el que lo había llevado. Y la pesadilla continúa... aunque con menor intensidad.

Soy de las personas que se maravillan viendo como la generación 3G aprende a manejar un iPod Touch en tres minutos por su cuenta, y sin saber leer, casi sin que le digas donde está, mínimamente, el botón del "play". Y yo, que he nacido entre ordenadores, los he tenido en casa de mil clases y tamaños, y casi aprendí a teclear antes que a hablar (a tanto no sé si llegué, pero sí sé que ocurrió antes de quitarle la primera ruedita auxiliar a mi bici... La segunda nunca la quité, por eso no sé montar a día de hoy), me desespero ante un viejuno de 6 años, con Windows XP, que, un buen día, se empieza a encallar en una de sus actividades rutinarias más sencillas: el encendido.

Sí, amigos... Mi ordenador no enciende. Bueno, enciende, pero no arranca, que al final es lo mismo, porque si no llegas al Windows, dime tú cómo napias ves el correo, el facebook, el tuenti o ¡actualizas tu blog! He llegado a resetear 35 veces en una misma mañana sin obtener resultado. Aunque, haciendo honor a la verdad, desde que ha pasado por chapa y pintura (que eso es mentira, porque sólo le han limpiado un poco de software), sólo tengo que resetear entre 4 y 7 veces para el arranque. Por ahora...

Por eso, he estado ausente, aunque no del todo. El vestidor de Carrie ya forma parte de mi vida, es como un fruto tuyo que quieres ver crecer (¿habeis visto cómo huyo de la palabra hijo?). Lo he tenido en mente, tengo temas de los que hablaros y vengo con ganas.

Y, ¡¡qué coño!! ¡Es mi cumpleaños! 24 velazas, que se dice pronto. Claro que eso también es mentira..., porque son dos: un 2 y un 4, no más.

Me hago vieja intentando tapar la única cana que tengo, que por cierto, estará también de cumpleaños por estas fechas, ya que es producto de mis exámenes finales de carrera, que también fueron en mayo.

Y es raro... Pero no me siento como otros años. Antes odiaba cumplir años, porque siempre había cosas que quería haber echo antes de cumplir X años, que no había conseguido hacer y resultaba como si se me hubiera "pasado el arroz" para ello. Ahora me doy cuenta de que no.

¿Hay cosas que me hubiera gustado hacer y no he hecho? ¡Pues claro! Pero ¿acaso no hay tiempo? En principio, sí. ¿O no? ¡Pero es que hay cosas que no imaginaba hacer y que sí he hecho!

Concretamente algo que me ocurrió ayer y es que no puedo dejar de compartirlo. ¿Alguna vez habéis ido al cine 4 personas por el precio de 1? Y sin colarse, ¡eh! Pues ayer me pasó. Cupón de 2x1 del Facebook y 2 Movibutacas gratuitas, obsequio de mi tio favorito: Juan (¡grazie mille!). El encargado del cine, que fue el que me dio las entradas, ¡¡no se lo creía!! Cómo me pude reír y lo bien que me lo pasé, viendo Iron Man, por cierto... Que no se ha convertido en una de mis favoritas, pero que me ha encantado y ya os contaré! jeje

Buena despedida de los 23.
Bienvenidos, 24.


Un 7 de mayo más, soy feliz.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Flaco favor

Han vuelto las duchas calientes con su vapor de agua

A todo cerdo, en serio