Estar en tu elemento
Cuando comenzó todo esto, de repente ocurrió algo extraño: los lunes pasaron a ser mis días favoritos. Y eso que me causaban migrañas de pequeña desde el domingo. Me refiero a cuando comenzó toda esta aventura, fuera del lapsus... mío, claro, en este último e indeterminado lapso de tiempo.
Lunes bonito. Este lunes ha sido bonito... y este lunes empezó el jueves. No sabría deciros por qué, pero sí sé que empezó el jueves y que, pese a comenzar este lunes "de lunes" ha vuelto a ser un lunes bonito.
Podría haberlos recuperado aquí, a mi vuelta a casa y tener pegado a mí constantemente a este apéndice que adopté el pasado octubre con la intención de llamarlo Gato en homenaje a 'Desayuno con Diamantes', y que mi hermana terminó bautizando Bruce para que compartiera el nombre de pila de mi superhéroe favorito... y que no me dejó ni a sol ni a sombra sola en el sofá en un mes, después de habernos pasado separados apenas una semana.
Podría haberlos recuperado por arte de magia al cumplir los veintitodos con toda la energía que me acompañó esos días, con mis nuevos descubrimientos, nuevas conquistas, nuevos retos y metas conseguidas, con mis nuevos proyectos tomando forma, con mis rutinas recuperándose y mi ritmo de vida recomponiéndose y, sobre todo, con mis amigos: en lo de siempre y en las nuevas. En ese pretendido marcado momento de inflexión, que lo ha sido, pero no del todo.
Pero es todo cuestión de equilibrios, las cosas no llegan ni cambian de golpe. Es cuestión de armonía de fuerzas, no de alineación de planetas, aunque un poco de suerte nunca viene mal, y yo tengo mucha. Es más, pensadlo: hay que mirar muy más allá de nosotros para encontrar a gente verdaderamente desafortunada. Y entre esa gente, a veces, aparecen personas que se crean su propia suerte: una suerte maravillosa e inquebrantable, deslumbrante como un diamante y dura como el acero.
Los lunes son lo que queramos que sean. Cada uno, claro, en su propio y particular lunes (no valen los días de relax y asueto).
Y lo son cuando hacemos las cosas que nos apasionan, y nos apasionan las cosas que hacemos. Cuando vibramos con ello. Cuando se nos encienden los ojos, como en fuego, al hablar de ello, con todo lujo de detalles porque si nos quedamos algo en el tintero como que no lo disfrutamos tanto. Compartir es vivir. Cuando disfrutamos. Y cuando disfrutamos, aunque solemos pensar que el tiempo pasa más deprisa, en realidad... podemos pararlo.
Podemos frenar el tiempo, lo suficiente como para darnos cuenta de toooodo lo que ocurre a nuestro alrededor. O al menos un alto porcentaje de ello, en el que antes ni reparábamos. Nos perdemos tantas cosas cuando nos obcecamos en una sola... Y quizá has llegado medio dormida un lunes más a la oficina, sin muchas ganas de otra semana más como la última, que recuerdas con una sobrecarga importante de trabajo, con horas de más, con vida social de menos, con menos tiempo aún para ti misma, con falta de ocio, con falta de sueño...
Y hoy decides parar. Y ahí está: todo funciona, todo encaja, habéis trabajado y todo cuadra y todo sale, y puede haber risas, la tensión se lleva mejor con calma, con ganas, con pasión... Y ahí está: un giro, un nuevo reto y nuevas satisfacciones. Y se rompe tu rutina, porque te llaman por teléfono y te proponen ver a alguien que hace años no ves, y conocer a una sobrinita que por ahora solo conocías en fotos porque aún no te ha dado tiempo a bajar a Tenerife para conocerla.
Perdemos tanto tiempo por correr. Y encima nos alegramos pensando lo contrario... Qué irónico!!
Esa persona a la que he visto hoy es mi prima Eleni, la mayor de todas. Lleva 20 años en la isla y su marcha para mí fue todo un choque: era prácticamente mi hermana mayor, a la que más parecido me sacaban y a la que quería parecerme de mayor, a quien tomaba de referencia. Tanto que a las dos nos han tenido que operar del mismo problema de narices. Y esta tarde, en el ratito que hemos tenido para ponernos un pelín al día las dos, bebé en mano, me he sentido taaan bien, me ha transmitido tanto de lo que... necesitaba. Me ha calado, y me ha empapado. Del karma, de la energía, de la visceralidad y la espiritualidad que he reconocido que compartimos. Que sí, que somos personas emocionales, tendentes a equilibrar nuestro ying y nuestro yang aplicando un poco más de... racionalidad.
¡Feliz día del beso!
¡¡¡Arriba la pestaña y a rompernos las medias!!!
:D Me encantas
ResponderEliminar