Razón de ser

A menudo se nos llena la boca al decir “no me cambiaría por nadie”, o al aconsejar a algún amigo en horas bajas echando mano de ese gran tópico que dice “no te arrepientas nunca de lo que has hecho, arrepiéntete de aquello que no hiciste”. Ahora yo os pregunto: ¿estáis seguros de poder afirmarlo? (Creo que tendemos a brindar lecciones que no nos aplicamos).

¿Y si hubiera cosas que no hicimos por coste de oportunidad, y nos arrepentimos de no haber tomado ese camino? Quiero decir que no las hicimos por hacer otras totalmente opuestas, por supuesto. Entonces, si llega el momento en que nos arrepentimos de no haberlas hecho, automáticamente nos arrepentiremos de aquello que hicimos a cambio, ¿no…? ¿Os ha pasado alguna vez? ¿No? Pues a mí sí.


Me arrepiento de muchas decisiones, conductas, que de haber sido del todo contrarias me habrían reportado algo que siempre he querido: un vestidor con un glamour equivalente al de Carrie Bradshaw (pero a la medida de mi bolsillo, claro).

No lo puedo remediar, soy mujer y, como tal, coqueta. Me gustan la ropa, los bolsos y, superlativamente, los zapatos (de los que tengo una curiosa colección que no me puedo poner tanto como quisiera por culpa de unos bonitos y delicadísimos pies). Y sí, me cambiaría ahora mismo por la chica que podría haber sido gracias a esas conductas correctas que no tuve en su momento... Pero estoy decidida a cambiar eso a partir de ahora mismo.

Así es como nace El vestidor de Carrie. A partir de un propósito de año nuevo que me hago cada 31 de diciembre (y que muy, muy, muy rara vez he cumplido, como hace todo el mundo con ese tipo de promesas).

¿Qué me hace pensar que esta vez funcionará? Fácil: el límite de tiempo. Siempre he trabajado y he rendido más y mejor bajo presión. La presión de una fecha decisiva, como un examen, algo que preparas en un plazo determinado.

El vestidor de Carrie no consiste en llenar un armario con ropa al último grito para una determinada fecha. Su intención es desbancar uno de los primeros puestos del ranking de preocupaciones de las mujeres.

Así, pues, da comienzo la cuenta atrás. 9 meses... 280 días. En juego: mi felicidad, mi ego, un fondo de armario deseoso de ser renovado y la paciencia de todos los que me rodean. En especial, la de mi familia, que acabará pagando mi (de seguro) mal humor, porque no voy a tomar el camino fácil, sino el duro trabajo a base de voluntad.

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