De cómo diferenciar lo real de los falsos mitos

Estaba retrasando esta vuelta, que pudo haberse dado ayer, que estaba planeada para el 23 de septiembre, que incluso podría haber sido hace meses, pero es hoy. ¿Por qué hoy? Pues no lo sé. He estado midiendo, observando silenciosa, atenta, examinando las señales, intentando diferenciarlas, buscando un alivio o quizá un revulsivo, intentando hacer mis ojos a esta nueva luz, buscando un sitio cómodo para volver, escondiendo mi satisfacción, lamiéndome las heridas. De todo un poco, hasta que ha llegado el punto en que tienes esa rabiosa sensación en las mandíbulas, como cuando eras pequeña y te estaban saliendo los dientes, y tienes ganas de morder a alguien.


¿Por qué idealizamos a los hombres? La tarea, ahora, es no hacerlo. Son, como nosotras, simples mortales. Proyectamos en ellos la ilusoria pasión que despiertan en nosotras los espejismos varoniles irreverentes y mordaces, de atractivo insolente, con su presencia masculina que nos hace sentir a veces orgullosas cuando los sentimos al lado, costado con costado, frente a frente o a nuestra espalda, pero ahí. Pero normalmente terminan siendo espejismos, simples espejismos. Yo lo confieso, a mí me los inspiran normalmente tipos como el James Bond de Daniel Craig (con ese morbazo yo también le daba licencia para matar a 007...), el doctor Dereck Shepherd de Patrick Dempsey en Anatomía de Grey... o incluso el Brick Pollit de Paul Newman (sobre todo por esta razón) en La gata sobre el tejado de zinc. Y los saxofonistas, que tienen muchas veces un cierto aire seductor... que seguramente no sea más que el sonido del instrumento.

Quizá sea que nos empeñamos en leer ya no las señales del destino, sino las propias de las relaciones entre dos personas. O que nos esforzamos demasiado, gastando demasiada energía, en interpretarlas correctamente, pero correctamente no tiene por qué ser siempre con resultados beneficiosos para nosotras. Tiene que ser bueno, para poder sacar una sonrisa pícara mirándole a los ojos o para quitarnos la venda de los nuestros.

Porque hay miradas indescifrables por mucho que nos esforcemos. Hay miradas que nos pueden llegar a frustrar, y eso sí no es bueno. Hay una mirada concreta, de una sola persona (que siguiendo la línea del blog llamaremos Mr. Big), que siempre me hace pensar y pensar, y me inquieta ya no sólo por ser esa mirada, sino por todo el conjunto de comportamientos que la rodean, entre ellos otras muchas miradas, neutras, tiernas, salvajes, embriagadas, incluso rozando lo indecente, de esa persona todo el rato. Y como yo, sé que hay otras personas que se turban pensando en comportamientos de Mr. Big, que a mí por otra parte me parecen mínimos comparados con los que me trastornan a mí.

Creo que la última vez que reconocí esa mirada fue hace mes y medio, en medio de una multitud de gente, en medio de la pobre claridad que ofrece un local de copas, en medio de la embriaguez alcohólica de creo casi todos los que nos rodeaban, y estaríamos a varios pasos el uno del otro, rodeados de más gente, conocida y desconocida, cada uno en sus cosas, yo enfrascada en mis somnolientos pensamientos de madrugada, que siempre son bastante enrevesados, pero esa mirada no era enrevesada. Era inquisitoria, y como ya he dicho no es la primera vez que me topo de sorpresa con ella. 

Es una mirada fija, bien fijada a los ojos, como examinando, analizando o buscando algo. Mejor me ahorro las conjeturas. Y soy incapaz de sostenerla durante mucho tiempo, pero quizá es lo que debería hacer. Quizá es que me da algo de vergüenza sostenerla durante largo rato, porque al poco necesito romper el hechizo con algún "qué pasa?" o simplemente volviendo la cabeza para ignorarla, para no taladrarme más los sesos en busca de respuestas que quizá no existan. 

Y a la altura de esas miradas están las que a veces me he encontrado, también cuando volvía a sus ojos desde alguna otra distracción, que parecían expresar algún deseo febril, hipótesis que se reforzaba segundos después con algún comentario que me ha hecho sonrojarme. Y también las afirmaciones gratuitas, casi veladas, casi malintencionadas, dichas en el provecho de algún momento vacío, afirmaciones suyas que quizá del todo o quizá para nada sabía lo verdaderas que eran, porque podrían ser simples bromas, o podrían venir con todo el sentido y yo no lo noté. A veces, los tonos son tan ambiguos... Las palabras tienen tantos sentidos...


Comentarios

Entradas populares de este blog

El Despertar de la Fuerza... (pause)

Drogadicta de la cama, noctámbula sin remedio

A todo cerdo, en serio